El mito del Toro
Hasta siempre Fernando Valenzuela, el mejor beisbolista mexicano de todos los tiempos * El pitcher estrella partió de este mundo a los 63 años de edad y deja atrás un legado que lo pone como el Dodger más consecuente e influyente en la era de Los Ángeles
DIEGO CASTILLO
Arrancó la Serie Mundial y por primera vez desde 1981 se enfrentan los Yankees de Nueva York y los Dodgers de Los Ángeles. Los ecos de Fernando Valenzuela y la desenfrenada Fernandomania que él propició hace 43 años se palpitan alrededor de este nuevo capítulo en la rivalidad de costa a costa.
El mejor pitcher mexicano de todos los tiempos partió de este mundo a los 63 años de edad y deja atrás un legado que lo pone como el Dodger más consecuente e influyente en la era de Los Ángeles. Son Jackie Robinson en Brooklyn y Fernando en Los Ángeles, y pare de contar.
Con una leyenda tan extensa y mitificada, se vuelve difícil separar la ficción de la realidad. En este caso, la realidad amplifica la grandeza del Toro de Etchohuaquila.
Por ejemplo, su apertura en Opening Day 1981 -en la que blanqueó 2-0 a los Astros de Houston- no es su debut en Grandes Ligas. Fernando llegó al clubhouse de los Dodgers en septiembre de 1980 y los angelinos estaban enfrascados en un duelo a muerte con los Astros de Houston por el campeonato divisional del Oeste de la Liga Nacional. Esto era antes de los comodines, el ganador iba a postemporada y el perdedor a su casa.
Fernando inició su carrera como relevista y nadie en las Grandes Ligas podía pegarle a su exótico pitcheo que se convirtió en la marca de la casa, su mítico tirabuzón. En 10 apariciones como relevista, lanzó 17 entradas y dos tercios, y no permitió una sola carrera.
Llegó el final de la temporada regular y los dos equipos quedaron con la misma marca. Un solo juego decidiría el último pasaje a postemporada. La novena de los Dodgers estaba tan apantallada con este nuevo fenómeno que le rogaron a su manager, Tommy Lasorda, que Fernando tomara la pelota para el juego de desempate.
Finalmente no le tuvieron confianza al joven y los Astros ganaron el juego y accedieron a playoffs. Cuando el destino le dio otra oportunidad a Tommy Lasorda de darle la pelota a su joven joya, no dudó en mandarlo a la lomita y el resto es historia.
Otro aspecto de la leyenda de Fernando Valenzuela que pocos recuerdan es que la Serie Mundial de 1981 estuvo cerca de no jugarse. No fueron los bates de Grandes Ligas sino un paro laboral que frenó la embestida del Toro. Así como pasó en 1994, la postemporada estuvo a punto de ser cancelada en 1981. Para fortuna de todos, se llegó a un acuerdo para seguir jugando y la temporada fue dividida en dos. La segunda mitad ya no fue tan dominante para Fernando, aun así pudo ganar el Cy Young, Novato del Año y Bate de Plata -la pericia del Toro en la caja de bateo es un aspecto de su juego perpetuamente infravalorado- y los Dodgers volvieron a Serie Mundial y sus verdugos en 1974, 1977 y 1978 ya los esperaban, los temibles Bombarderos del Bronx.
La narrativa dictaba que sería la última vez que estas novenas se enfrentarían en el Clásico de Otoño y sería la última oportunidad de los Dodgers de tomar revancha frente a los neoyorquinos.
El guión de los primeros dos juegos pintaba la misma película, una victoria para los Yankees. Tommy Lasorda tenía su arma secreta lista para el juego 3 y cambiar la marea de la serie. Fernando no tuvo su mejor inicio y en la cuarta entrada perdía el juego 4-3 y ya había concedido dos vuelacercas. Lasorda visitó el montículo y en español le dijo a Fernando que si de ese punto en adelante no permitía carrera los Dodgers ganarían el juego y la serie. Después de 149 pitcheos, una cifra impensable para tiempos actuales, Fernando se marchó con la victoria, los Dodgers no volverían a perder y se quedarían con su primer título de Serie Mundial en 16 años.
La Fernandomania siguió creciendo durante la década de los 80s, de 1981 a 1987 promedió 14 juegos completos por temporada. Acudió a seis Juegos de Estrellas consecutivos y en 1986 ponchó a 5 bateadores seguidos en este juego de exhibición. Esa misma temporada, de forma polémica perdió su segundo Cy Young. Lideró la Liga Nacional en triunfos, juegos completos y tuvo su mejor registro de ponches en una temporada con 242. Ese galardón probablemente le hubiera abierto la puerta al Salón de la Fama, mismas que controversialmente se mantienen cerradas.
Para 1988, cuando los Dodgers regresaron a la Serie Mundial, Fernando no formó parte del roster de postemporada. Su hombro y codo estaban dañados por el demandante ángulo para tirar el tirabuzón. Esa temporada marcó su primera visita a la lista de lesionados. Su corazón también estaba roto por el fallecimiento de su padre ese mismo año. A pesar de su ausencia, Tommy Lasorda se aseguró que los Dodgers le dieran anillo de Serie Mundial.
En 1990 tuvo su último momento de grandeza con los Dodgers, lanzando un sin hit ni carrera, el 29 de junio, ante los Cardenales de San Luis.
Más allá de sus considerables hazañas en la lomita, no te codeas con Jackie Robinson como el Dodger más influyente de todos los tiempos sin trascender el diamante.
Fernando lo hizo de dos formas fundamentales.
Dodger Stadium está construido en un área a las afueras de Los Ángeles llamado Chavez Ravine (barranco en español). Esa zona era poblada mayormente por familias méxico-americanas que trabajaban en la industria agrícola del sur de California. Cuando los Dodgers buscaban un terreno para su estadio, reconocieron Chavez Ravine como el lugar ideal y desplazaron a casi 2,000 personas de sus hogares para erguir su nueva casa.
Por esa razón había muchas asperezas con la comunidad latina, que en su mayoría le dio la espalda a los Dodgers en sus primeros años en la costa oeste. La dirigencia angelina estaba desesperada por encontrar a un Sandy Koufax mexicano. A final de los 70s lo encontraron en el desierto sonorense. Con cada lanzamiento, Fernando no sólo vencía a los bateadores en el plato, también sanaba las heridas causadas por la edificación del estadio. Con ese fenómeno mexicano cambió el tejido de la afición Dodger y si hoy es una institución multicultural es por Fernando Valenzuela.
La segunda forma en la que Fernando Valenzuela cambió al beisbol profesional fue en términos laborales. Mientras César Chávez peleaba por los derechos humanos de los trabajadores migrantes en Estados Unidos, Fernando Valenzuela hacía lo mismo para peloteros que venían de otras latitudes. Como uno de los mejores pitchers en el mundo, debía ser compensado como tal. Ese no era el caso y fue a los juzgados contra MLB. El Toro fue el primer pelotero en conseguir un millón de dólares en arbitraje salarial y sentó precedente para que otros peloteros pudieran reclamar compensación justa.
Seguro Fernando Valenzuela ya está instalado en su lugar celestial listo para apoyar a sus adorados Dodgers, que esperan que un poco de la magia de 1981 sea espolvoreada en 2024.
Hasta siempre Toro, el mejor beisbolista mexicano de todos los tiempos.
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