Del sótano del Draft a ganar millones en ventas de playeras

Ariel Velázquez

En la NFL, cada selección tiene un peso. El primero es historia y se recordará pase lo que pase. Los siguientes son esperanza; los de más abajo, apuestas. Y luego está Shedeur Sanders, que fue todo eso y algo más: espectáculo, controversia y ahora mercancía.

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Cuando su nombre apareció en la quinta ronda, en el turno 144 de los Browns, no hubo fuegos artificiales. Ni abrazos de comisionado Roger Goodell, ni pasarela de elegancia. Sólo una notificación en pantalla. Pero mientras el Draft lo ignoraba, el público ya había elegido: su camiseta se convirtió en la tercera más vendida entre todos los novatos. Un quarterback sin número, sin anuncio oficial, pero con algo que ningún otro tenía: una audiencia fiel y el apellido más viral de la NCAA.

Sanders no fue ni el primero, ni el pasador en ser tomado. De hecho, los mismos Browns eligieron antes a otro hombre de la misma posición mucho antes: Dillon Gabriel. Pero si la NFL se mide en talento, la tienda oficial se guía por otra lógica: la visibilidad.

Y ahí, Shedeur jugó en otra liga. Su caída fue televisada, debatida y convertida en contenido durante todo el fin de semana. El público no vio a un prospecto olvidado, sino a un protagonista de drama en tiempo real.

Cuando finalmente fue tomado, ya había ganado algo más valioso que el respeto de los scouts: la atención de millones.

Lo curioso del fenómeno Shedeur es que ni siquiera cuenta con un número oficial. En la tienda, su camiseta aparece como “00”. Aún así, vendió más que los primeros picks de media liga. Superó a nombres como Ashton Jeanty.

Muchos compraron su camiseta por lo que sucedió en el Draft. Otros porque conocen su historia. Porque vieron la serie. Porque su papá es Deion. Porque representa algo más que un prospecto: es contenido puro.

Mientras su padre convirtió a Colorado en una producción semanal de alcance nacional, Shedeur entendió algo más profundo que las jugadas: cómo capitalizar cada instante. Su presencia en redes, sus mensajes cuidadosamente programados, su estilo siempre listo para cámara, hicieron que la NFL no pudiera mirar a otro lado.

Durante el Draft, el sábado, tradicionalmente olvidado por los aficionados, tuvo un pico de 4.3 millones de espectadores, el más alto para ese día desde que existe el evento televisado. Su caída no fue un fracaso. Fue una narrativa extendida, que acabó en el carrito de compras.